La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) publicó la semana pasada el último de sus ya famosos estudios donde analizan la calidad de determinados alimentos incluyendo un ranking comparado donde quedan reflejadas distintas marcas y fabricantes. Tras los estudios sobre la leche y el aceite, esta vez les ha tocado a las hamburguesas. La alarma surgida en Irlanda por la presencia de carne de caballo en hamburguesas ha motivado el estudio. En dicho estudio realizado sobre 20 marcas de hamburguesa diferentes se han analizado el etiquetado, el contenido en sulfitos, la presencia de aditivos, la calidad nutricional, la calidad de la carne y la higiene. De las 20 analizadas, sólo 4 pasan el examen según la OCU, habiéndose detectado deficiencias principalmente en el etiquetado. Ninguna de ellas supone ningún riesgo para la salud ni se han detectado fraudes.

hamburguesas

A través de la prensa se están enviando mensajes poco claros al consumidor y eso resulta un problema. Por ejemplo, las noticias demonizan la carne de caballo por el hecho de aparecer en las hamburguesas cuando se trata de un carne muy preciada y de alta calidad. El estudio alerta de una disminución progresiva de la calidad de los productos para tratar de adaptar sus precios de venta al público a la situación de crisis económica actual. Según Ileana Izverniceanu, portavoz de la organización, las distribuidoras están apretando tanto los precios, que llega un momento en que la calidad se resiente. Estos aprietan a los intermediarios, y lo intermediarios a sus proveedores. En algunos sectores, el funcionamiento de la cadena es tan tenso que muchos de sus operadores están produciendo por debajo de costes e incluso teniendo que desaparecer.

En cualquier caso, lo más preocupante de todo este asunto es la sensación de desconfianza que se genera en el consumidor, al que se confunde con mensajes contradictorios a través de la prensa. La cadena agroalimentaria actual, tal y como está conformada, genera una situación de lejanía entre el origen del producto y el consumidor que facilita que crezcan los niveles de desconfianza cuando surgen este tipo de alarmas sociales. Este hecho supone una oportunidad clara de mercado para los productos locales y de proximidad. Los consumidores, ante estas situaciones, reaccionan queriendo conocer el origen y los procesos de transformación de los productos que compran. De ahí que las iniciativas ligadas a los canales cortos de comercialización estén creciendo de forma notable en los últimos tiempos. Sobre todo aquellas que consiguen enseñar todo el proceso de producción de los alimentos a los consumidores permitiendo la comprobación in situ en las propias granjas e industrias de transformación. Lo que parece claro es que se debe trabajar por acercar a agricultores y consumidores a través de un funcionamiento mucho más transparente y organizado del conjunto de la cadena. Cuanto más conozca el consumidor sobre el funcionamiento de la cadena y de sus procesos más confianza tendrá en los productos que compra y más pagará por ellos.